viernes, 6 de julio de 2007

Los orígenes de la Capilla


La Boca legendaria
La zona de la Plaza Solís y en general toda esta parte de La Boca que está sobre el riachuelo y la dársena, de este lado de la avenida Brown, es un lugar colmado de historias y anécdotas.
El centenario club azul y amarillo dio sus primeros pasos en la plaza Solís y no muy lejos también su clásico rival. El tranvía, el mercado, el puerto fueron forjando la identidad a un pujante barrio de trabajadores que apostaban por un país mejor.
Los años fueron pasando, y al ritmo de las crisis del país, el barrio fue sufriendo el empobrecimiento de su gente y la injusticia de los poderosos.


La iglesia, cruzando la avenida
Pareciera curioso, pero la avenida para muchos genera una barrera difícil de cruzar, ya sea por motivos económicos, prejuicios culturales, comodidades, miedos u otros factores, en uno u otro sentido.
La Iglesia de San Juan Evangelista siempre estuvo a unas cuadras y como parte de la pastoral parroquial, desde las recordadas misas en los patios boquenses hasta la más reciente carpa misionera o el oratorio “donbosquito", se hicieron variadas propuestas de acercamiento y presencia, alternadas con momentos de mayor distancia y olvido.
Los más fieles parroquianos seguían participando de la vida parroquial pero en los últimos años se percibía con fuerza la necesidad de una presencia más cercana y significativa de la Iglesia de Jesús.

Los orígenes: una comunidad peregrina
A principios del 2001, un grupo de jóvenes junto con el párroco, encararon un proyecto misionero con el objetivo de acercarse nuevamente al barrio y acompañar la vida de fe de los vecinos.
Las primeras propuestas fueron con los pibes y pibas, en el oratorio que se reunía primero en una esquina y luego en la misma plaza, y también con las familias, recorriendo casas, departamentos, conventillos, casillas y asentamientos. Así, se fueron sumando a la comunidad tanto algunas personas que ya tenían una participación previa en la parroquia como otras que no.
Las reuniones, el apoyo escolar y la merienda los días de mal tiempo eran en la sede de la mutual de desalojados que prestaba su espacio, cada tanto una celebración o misa se hacía en la plaza con los pibes, los primeros bautismos y misas semanales fueron en comedores comunitarios, el pesebre viviente se preparó y realizó en la misma plaza... las dificultades no detenían las actividades que se multiplicaban rápidamente, pero hacía falta un lugar donde poder realizarlas mejor. Sin dejar de agradecer a quienes generosamente abrieron las puertas de sus casas ni olvidar los momentos de resistencia bajo la lluvia y el frío, pero con las ganas de tener un techo propio, la naciente comunidad empezó a buscar su lugar.

La capilla: Una comunidad que se fortalece
Intensa fue la búsqueda y no faltaron promesas sin cumplir ni proyectos que quedaron truncos antes de concretarse, pero al fin, ya en marzo del 2002, se unieron la disponibilidad de una empresa del barrio de donar un dinero mensualmente y el ofrecimiento de un vecino del barrio de alquilar un par de piezas de un conventillo de su propiedad a un precio accesible, ubicado en un estratégico lugar con su puerta sobre el centro de la plaza Solís. Cerrado el acuerdo, se puso la fecha de inauguración: el domingo 7 de abril.
Esos días hubo muchas manos anónimas que dijeron presente con trabajo o donaciones, ya que muchos también eran los arreglos que había que hacer y poco el tiempo.
El gran día, anunciado con volantes y carteles por todo el barrio, al fin llegó. Ese domingo al mediodía, por debajo del cartel que orgulloso decía “Capilla María Madre de la Esperanza”, fueron llegando uno tras otro un montón de vecinos y amigos a compartir la primer misa en la flamante capilla.

Hasta el presente: una comunidad que sigue creciendo
De allí en adelante se pudo seguir construyendo la comunidad en torno a un lugar y a un objetivo común: Hacer de la capilla una casa para todos. De entonces a esta parte, fueron años donde de a poco fueron surgiendo todas las cosas que hoy se pueden ver: los grupos de catequesis y de oración, el oratorio, el apoyo escolar, los jóvenes, los niños, los adultos... la comunidad entera que se reúne a celebrar cada domingo la presencia de Jesús resucitado. Y también, tantas otras cosas que ahora no son visibles, pero que fueron las semillas de muchos frutos que hoy se siguen cosechando: el grupo misionero, los campeonatos de fútbol, el campamento de adolescentes, el grupo de jóvenes, el trailer sanitario, las fiestas en la plaza... Páginas se podrían llenar enumerando momentos, actividades y miles de anécdotas, pero lo más importante son las personas que han puesto el hombro y el corazón para dar vida a las paredes de la capilla y contagiar a todo el barrio la alegría de un Jesús vivo que quiere caminar junto a su pueblo.
Muchas personas hoy son parte de la comunidad María Madre de la Esperanza, otras que ahora no están han dejado su huella, pero lo más esperanzador son las muchas otras personas que deseamos un día también puedan participar de esta comunidad que se reúne, celebra, se alegra, canta y camina.

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